viernes, 7 de enero de 2022

Ganas

 Tenía ganas de escribir poesía,

pero no escribo.

Pensaba en lo irreal que parece el pasado.

En los momentos que me gustaría atrapar y que parecen una fantasía

Pensaba en los brazos que no siento cuando duermo

En la voz grave de una lengua extranjera

En la coincidencia de un lenguaje que ni suyo ni mío era

En cómo se me acaban las memorias de a poquito.

Como gotean mis recuerdos y se van con los ríos del tiempo.

Recuerdos que se vuelven fantasía

Hasta que me abrazo a los libros que sus manos tocaron

Cuando abro la caja con las rosas marchitas

Cuando hallo las fotos perdidas.

Fue un sueño con bastantes evidencias.

Un sueño que cuando al despertar

Podía tocar su espalda y sentirme segura

volver a dormir, aunque fuera lejos de mi cielo.


Un sueño que se fue 

se marcho cuando vio que no le necesitaba

jamás lo hice.

Amaba su presencia de una forma tan pura

que no lo necesitaba, lo acompañaba.

domingo, 27 de diciembre de 2020

La Karen de mi vecindario

Aunque nadie lee el blog y quien lo lea puede no conocerla, le cambiaremos el nombre por Karen.

Karen era mi vecina o quizá lo sigue siendo, aunque rara vez la veo. Somos de la edad, aunque ella luce mayor. No creo que la vida haya sido fácil para ninguna de las dos pero Karen, tratando de compensar, presumía superioridad. A veces yo la sentía más agresiva conmigo. 

Éramos compañeras en un bachillerato para señoritas. La suerte nos hizo caer en el mismo grupo. Su suerte y mi desgracia. 

La economía en la casa no era buena y yo solía vestir como podía con lo que tenía. A pesar de eso, teníamos un coche. La mamá de Karen es viuda y solía andar con una cajita de pan ofreciéndola en distintos negocios y por las mañanas aseaba un preescolar o algo así entendía yo. 

Mi papá se ofreció a llevarnos a la prepa y por tres años tuve que soportarla. Escuché cada una de sus anécdotas con despreció y dejé de ser empática con ella. Su estúpido intelectualismo cristiano me parecía repugnante. Me parecía ridículo cómo hablaba de la vacunación homeopática y se negaba a asistir a la escuela cuando había una campaña de vacunación. 

Mi desprecio hacia ella comenzó cuando un día su vecino de enfrente y yo comenzamos a platicar y al comentárselo me miró de pies a cabeza y respondió "--Alguien como él no se fijaría en alguien como tú ". Cabe aclarar que yo era nueva en el vecindario. Estaba conociendo gente. 

Me gustaba burlarme de ella con mis amigas, verla cómo presumía que su padre había sido médico y su madre era maestra de kinder. Cuando yo sabía que nada de eso se acercaba a la realidad. La soporté cada mañana. A veces prefería levantarme más temprano e irme en autobús. Me molestaban sus intentos por corregirme en las exposiciones, que me tachara de ignorante. Tal vez lo era, o no. 

Hay cosas que nunca cambian, por ejemplo, en medio de la pandemia verla en la calle o en la tienda sin una mascarilla, la miro con rechazo y sigo mi camino. Poco me interesa su saludo. 

viernes, 4 de septiembre de 2020

El niño que no era vírgen

 

Recuerdo mis años de primaria, en quinto grado sobre todo, antes de cambiarme de escuela y de que, sin darme cuenta, mi vida también lo haría. De por sí ya tenía una infancia medio jodida donde el sólo hecho de existir era un reclamo, inadaptada en la escuela, con el llanto en la puerta ante la inminente amenaza de abandono y terminar rodando de casa en casa... Pocos eran los amigos que me permití hacer entonces... y ahora también.

Esa semana llegó Alejandro -tal vez Alex o alguna variante del nombre - Me pareció chistoso que fueramos dos con el mismo nombre, por lo que empecé a hablarle. Me gustaba pasar el rato en el salón con él, nos sentaban juntos, nos prestabamos el material y me ayudaba de cierta forma a divertirme en clase, aún cuando la escuela no me gustaba en esa época. Me acuerdo que la clase casi no lo quería, era muy inquieto, rara vez traía el uniforme y era mal hablado. No se trataba de ningún colegio o escuela exclusiva, sino una pública, de un barrio feo. En una en la que era un lujo tener un baño decente para orinar.

Cierto día Alejandro hizo un chiste, nadie le hizo caso, eran él contra algunos niños del salón. Los niños hicieron burlas sobre él y él desesperado gritó "-!Al menos yo no soy virgen como ustedes!". Yo sabía entonces lo que quería decir no ser virgen, no sabía cómo era un acto sexual, pero sabía que al tenerlo dejas de ser virgen. Por semanas su grito me generó inquietud, poco a poco nos dejamos de hablar. Especialmente cuando notó que mis pechos se desarrollaban, me quiso elogiar y yo me senté en otro lugar.

Hoy me acordé de él. Extrañamente apareció esa historia en especial. Poco recuerdo de su anécdota sexual, algo sobre una prima que venía de otro lugar. Era un niño de diez años que se sentía superior al resto de la clase por haber tenido sexo. No creo que lo estuviera, de alguna forma él ya sabía que debía sentirse orgulloso, que era algo que los hombres presumen. Quizá lo oyó por ahí. Lo que yo miro hoy, es que donde quiera que Alejandro esté, se trata de un hombre en sus treintas cuya infancia se vio destrozada, que era un inadaptado y no por su culpa, sino por la culpa de quien le hizo creer que debía presumir su propio abuso. 

No sé si aún viva, no sé qué más le habrá hecho la vida para saber en qué tipo de persona se convirtió. Espero que de alguna forma las cosas mejoraran para él. La última vez que lo vi fue en secundaria, coincidimos en la misma, él iba en la tarde y a los pocos días yo conseguí una permuta para el turno matutino. Coincidimos una vez más en una tardeada, yo ya estaba desarrollada y había otros adolescentes con quienes convivía, él seguía luciendo como el mismo niño de diez años que no era virgen. 

Ojalá nos preocuparamos más por la calidad de vida que tienen las infancias.